martes, 28 de junio de 2011

cuentos infantiles

El águila y la zorra

Un águila y una zorra que eran muy amigas decidieron vivir juntas con la idea de que eso reforzaría su amistad. Entonces el águila escogió un árbol muy elevado para poner allí sus huevos, mientras que la zorra soltó a sus hijos bajo unas zarzas sobre la tierra al pie del mismo árbol.

Un día que la zorra salió a buscar su comida, el águila, que estaba hambrienta cayó sobre las zarzas, se llevó a los zorruelos, y entonces ella y sus crías se regocijaron con un banquete.
Regresó la zorra y más le dolió el no poder vengarse, que saber de la muerte de sus pequeños; 
¿Cómo podría ella, siendo un animal terrestre, sin poder volar, perseguir a uno que vuela? Tuvo que conformarse con el usual consuelo de los débiles e impotentes: maldecir desde lejos a su enemigo.
Más no pasó mucho tiempo para que el águila recibiera el pago de su traición contra la amistad. Se encontraban en el campo unos pastores sacrificando una cabra; cayó el águila sobre ella y se llevó una víscera que aún conservaba fuego, colocándola en su nido. Vino un fuerte viento y transmitió el fuego a las pajas, ardiendo también sus pequeños aguiluchos, que por pequeños aún no sabían volar, los cuales se vinieron al suelo. Corrió entonces la zorra, y tranquilamente devoró a todos los aguiluchos ante los ojos de su enemiga.
Nunca traiciones la amistad sincera, pues si lo hicieras, tarde o temprano del cielo llegará el castigo.


                                              EL BOSQUE ENCANTADO


Había una vez, un bosque bellísimo, con muchos árboles y flores de todos colores que alegraban la vista a todos los chicos que pasaban por ahí. Todas las tardes, los animalitos del bosque se reunían para jugar. Los conejos, hacían una carrera entre ellos para ver quién llegaba a la meta. Las hormiguitas hacían una enorme fila para ir a su hormiguero. Los coloridos pájaros y las brillantes mariposas se posaban en los arbustos. Todo era paz y tranquilidad.
Hasta que... Un día, los animalitos escucharon ruidos, pasos extraños y se asustaron muchísimo, porque la tierra empezaba a temblar. De pronto, en el bosque apareció un brujo muy feo y malo, encorvado y viejo,
que vivía en una casa abandonada, era muy solitario, por eso no tenía ni familiares ni amigos, tenía la cara triste y angustiada, no quería que nadie
fuera feliz, por eso... Cuando escuchó la risa de los niños y el canto de los pájaros, se enfureció de tal manera que grito muy fuerte y fue corriendo en
busca de ellos.
Rápidamente, tocó con su varita mágica al árbol, y este, después de varios minutos, empezó a dejar caer sus hojas y luego a perder su color verde pino.
Lo mismo hizo con las flores, el césped, los animales y los niños. Después de hacer su gran y terrible maldad, se fue riendo, y mientras lo hacía repetía: - ¡Nadie tendrá vida mientras yo viva!
Pasaron varios años desde que nadie pisaba ese oscuro y espantoso lugar, hasta que una paloma llegó volando y cantando alegremente, pero se asombró muchísimo al ver ese bosque, que alguna vez había sido hermoso, lleno de niños que iban y venían, convertido en un espeluznante bosque.
- ¿Qué pasó aquí?... Todos perdieron su color y movimiento... Está muy tenebroso ¡como si fuera de noche!... Tengo que hacer algo para que éste
bosque vuelva a hacer el de antes, con su color, brillo y vida... A ver, ¿Qué puedo hacer?y después de meditar un rato dijo: ¡Ya sé! .La paloma se posó en la rama seca de un árbol, que como por arte de magia, empezó a recobrar su color natural y a moverse muy lentamente. Después se apoyó en el lomo del conejo y empezaron a levantarse sus suaves orejas y, poco a poco, pudo notarse su brillante color gris claro. Y así fue como a todos los habitantes del bosque les fue devolviendo la vida. Los chicos volvieron a jugar y a reír otra vez, ellos junto a los animalitos le dieron las gracias a la paloma, pues, fue por ella que volvieron a la vida. La palomita, estaba muy feliz y se fue cantando.

                             DOÑA CONEJA Y COLORÍN



Mamá coneja, recogía las zanahorias del huerto y las echaba en su cestita. Camino de casa se encontró con Colorín que era un pajarito de brillantes colores. ¡Buenos días Colorín!, dijo Doña Coneja. ¡Si, si buenos días¡ Colorín dio un traspiés y se lanzó sobre la cestita de la coneja, se le quedó una zanahoria pegada en la nariz, parecía como si de repente se hubiera convertido en un pájaro-zanahoria.
Ja, ja, ja rió Doña Coneja. ¡Qué raro estás! Pero colorín se enfadó un poco porque pensaba que se estaba riendo de él. Doña coneja le explicó que no pretendía burlarse de él sino que era muy divertido verlo con esa nariz tan grande que se le había puesto.
Colorín se miró y remiró y la verdad que a él también le hacia gracia verse así. Se miraron los dos y volvieron a reír. Colorín ayudó a Doña Coneja a recoger zanahorias después de librarse de la que tenía en el pico. La acompañó hasta su madriguera y luego se fue. Al caer la tarde colorín salió a dar un paseo por el bosque pues la tarde era muy agradable y no hacía frío. De repente vió que algo se movía en los matorrales y se oían unos gemidos extraños. ¡Me acercaré a ver!se dijo:
Vió dos enormes orejas sobresaliendo de la maleza, y le resultaron conocidas, en efecto eran de Doña Coneja, que había resbalado y se había caído en una pequeña poza que había cerca de un riachuelo. Tenía cubierta la cara con una espesa masa y parecía una estatua de barro. Su lindo cuerpecito blanco estaba ahora cubierto por una pastosa capa de lodo.
Colorín, empezó a reír, sin parar, ja, ja, ja. ¡Pues yo no veo la gracia, dijo la coneja! ¡Estás muy divertida!, respondió colorín. ¡No me estoy burlando de ti, no te enfades, me rió porque estás graciosa!
¡No, no y no, se que te burlas de mi, no eres un buen amigo!
Esta mañana me dijiste que no me enfadara y yo lo entendí y no me enfadé. Ahora tú debes hacer lo mismo. Colorín continuó diciendo: Si haces bromas o te ríes con los demás, también debes saber reírte de tus propias gracias.
Doña Coneja después de quedarse un rato pensativa, se dio cuenta de que colorín tenía razón, hay que saber disfrutar de las bromas graciosas de los demás y nuestras propias bromas pero siempre cuando se hacen con buen corazón y no las bromas pesadas que pueden hacernos daño.




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